Antonia Grao, en estado puro, artículo de opinión de Paco López Chávez

 

Pasadas las 9.30 de la noche del viernes 8, comenzaba la presentación de la candidatura  que lleva consigo Antonio Grao, a cargo de Enrique Vázquez, quien dijo que era la candidata ideal de las próximas elecciones para alcaldesa de la ciudad.

A cualquiera que hubiera podido  estar en la noche del pasado viernes 8 en el edificio Capitana, le habría supuesto una grandísima satisfacción escuchar a una indiscutible líder; a una política de raza, a una humanista pura que exaltó las bondades de su pueblo, a través de sus gentes. Que puso sobre el candelero, y sobre la mesa de operaciones a ese mismo pueblo que padece unas miserias, que no merece. Un abandono inmisericorde de sus calles, de sus playas, donde todo el que lo visita manifiesta su asombro por su belleza, decía, pero que al mismo tiempo exclama “¡qué suciedad, qué abandono!”.

Antonia no dejó títere con cabeza. No llevó guión escrito alguno, como lo demostró, y como lo dijo: “No necesito guion, porque lo tengo escrito en mi corazón”. Apoyada con  sus manos  sobre el atril, vestida de un  color, donde combinaba el rosa y el blanco, su discurso no tuvo un momento de duda, ni vacilación, fue directa al grano. Y el látigo de su palabra puso al descubierto las carencias de un pueblo abandonado por la desidia y dejadez de sus políticos. Calles, plazas, edifico del Ayuntamiento, casas prefabricadas, puente de la gola; todo, todo  quedó al descubierto como un enfermo en la mesa de operaciones para ser intervenido a todo riesgo, pues ese enfermo está sumamente grave.

En su programa de cura urgente, primero ha puesto sobre el tablero o camilla de operaciones, un equipo humano de hombres y mujeres con quienes quiere llevar a cabo la gran operación que tiene delante.   A quienes dijo que no tendrían sábados ni domingos, pues todas las horas serían para trabajar por el pueblo y para llevar a cabo el programa de gobierno.

Entre otras prometió que todos los empleados públicos cobrarían su sueldo mensual íntegramente. Que no llevará asesores ninguno. Que no se pagarán gratificaciones ni sobresueldo  a nadie. Tampoco quiere chófer, pues en toda su vida política de 28 años, nunca lo necesitó.

Antonia llevó en su discurso de presentación, las preocupaciones y las inquietudes de toda la población. Eso mismo que los que lo vivimos, también manifestamos. Y que es un auténtico dolor y vergüenza. Y nos atrevemos a decir, que esta desidia y abandono también ha llegado a calar en el  estado moral de este pueblo. Porque todo se contagia. Esa especie de dejadez o vagancia, es la que hace que no pongamos ningún interés en remediar lo que está a nuestro alcance. Porque la limpieza de las calles, pongamos un ejemplo,  la tenemos que propiciar nosotros, no arrojando nada al suelo; ni papeles, ni colillas, ni ninguna otra cosa que  lo ensucie.  Se echan de menos aquellas mujeres, que lo primero que hacían cada mañana, era limpiar su puerta. Ahora como está el barrendero que viene a hacerlo, nos echamos a un lado, y ya está.

Y del mismo modo de todo cuanto fue exponiendo, Antonia, delante de esa gente que la quiere y le apoya. Alguien tendría el atrevimiento inmoral de calificar a estas gentes, humildes, sencillas, trabajadoras, de algo que no quiero decir, pero que en ocasiones las he podido escuchar. Y me atrevo a decir: “¡Qué equivocados están los que así piensan!, pues son estos por los que cada día el Papa Francisco se parte la cara por decirnos que son los que más quiere Dios. Y que tenemos que portarnos con ellos como lo que verdaderamente son, hermanos nuestros!”. Antonia, delante de la gente, que repito, la quiere y la apoya, le habló como habla una madre a su hijo o hija. Justamente poner en juego las obras de misericordia. Enseñar al que no sabe, aconsejar al que lo ha de menester. Porque un político, tiene que asumir su cargo, no como un manigero de los campos, buscando en las plazas la gente a dedo, sino como un verdadero responsable que busca lo mejor y lo más adecuado para el pueblo que ha de dirigir, y llevar a buen puerto  ese barco que surca los mares de la vida. Porque el político que medra, no es un político; es otra cosa. Pero aún queda gente honrada. Tengamos confianza. Luchemos por un mundo mejor.

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